SESION INOLVIDABLE

Comenzamos las conversaciones casi dos semanas antes de afrontar la sesión. La predicción
no podía ser mejor: vientos cálidos del sur sur-oeste, temperaturas estables en
la última semana, nivel de embalse sin variaciones, conocíamos los puestos, y
conocíamos lo más importante… la
localización de los peces
.

Cuando llegamos estábamos realmente
cansados, pero desde el momento en que nos acercamos a la orilla y pudimos
comprobar todos nuestros presagios (además de la tortilla y los filetes
empanaos que nos comimos acompañados de un botellín bien fresquito para
quitarnos la resaca) quisimos hacerlo todo a la vez: preparar el cebado, cebar
los puestos, preparar los montajes, hacer las presentaciones… todo parecía
mucho y lo queríamos tener listo cuanto antes, porque una cosa si que era
cierta: los peces estaban ahí, y no paraban de demostrarlo continuamente con
saltos por todas partes.

El puesto que habíamos elegido no
podía ser más complicado. Estábamos tapados por enormes eucaliptos, rodeados
jaras y en la orilla solo disponíamos de dos pequeños pasillos de apenas dos o
tres metros para poder acceder al agua entre arbustos, tarajes, algas y plantas
acuáticas. Estábamos ante un paisaje realmente precioso en todo el esplendor de
la primavera.


A media tarde ya estaba casi todo
listo tras el cebado a base de semillas, granos y algunos boilies,  cuando…
PIPIPIPIPIPIPIPIPIPIPIPIIIIIIIIIIIIIIIII empezó a sonar la primera alarma. No
nos lo podíamos creer, acabábamos de cebar y situar los montajes tan solo diez
minutos antes de la picada. Se trataba de un buen ejemplar que nos hizo entrar
en el agua con la barca para evitar enganches y que el pez no sufriese. Al
final de la lucha… una preciosa carpa común, sana y fuerte donde las haya.


 Echamos las fotos de rigor y comentando la alegría que nos invadía sonó la segunda alarma…
PIPIPIPIPIPIPIPIPIPIPIPIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII, que pedazo de carrera
se estaba marcando nuestra amiga, como en un sueño volvimos a clavar. En esta
ocasión se trataba de un ejemplar verdaderamente grande, tiraba sin descanso
buscando refugio, lo que nos obligó de nuevo a embarcar para lucharla con mayor
seguridad hasta conseguir meterla en la sacadera. Nuestro compañero acababa de
batir su récord personal. Nuevamente una común con 17,500 kg.… preciosa. Le
hicimos fotos por todos los costados.




A continuación, aun con el temblor
en las piernas de tantas tensiones acumuladas, se volvieron a colocar los
montajes con la misma estrategia. El anochecer deparó otras tres capturas más
de buen porte, y una picada brutal que no pudimos parar. El cansancio acumulado
no nos permitió acceder al agua con la rapidez necesaria y la perdimos entre el
taraje, aunque con la alegría de saber que nuestra amiga no se llevaba el
montaje clavado.

Solo pudimos descansar unas dos o
tres horas cuando llegó una nueva avalancha de picadas hasta el amanecer. En
total otras cinco capturas más, todas de buen tamaño. No dábamos abasto para
preparar las puestas cuando ya estaban picando en otra caña. Por si fuera poco,
en cuanto se calmó la cosa y estábamos sacando las merecidas fotos, en el
puesto más alejado picaron en las tres cañas, una detrás de otra.



 
Al clavar la tercera en seguida nos
dimos cuenta de que algo grande había al final de la línea. Menuda picada y
vaya carreras que daba el pez. Sacando fuerzas de donde no las hay nos montamos
rápidamente en la barca para asegurar la captura. Parecíamos un juguete en
manos de nuestra amiga: barca a un lado, barca al otro, rema para acá, ahora
para allá, cuidado que se mete debajo de la barca… que espectáculo estábamos
viviendo!!!. Tras una intensa lucha pudimos verla, otra común, y de las
grandes, batiendo así también su récord personal, 20 kg de comun. No quedaban
fuerzas ni para echar las fotos, solo podíamos mirarnos con cara de
satisfacción y agotamiento.

Tras todas estas capturas tuvo lugar
una serie de pequeñas variaciones en el tiempo en forma de pequeña tormenta y
cambios del viento, lo que deparó en un descenso de actividad que aprovechamos
para hacer recuento de cebos. Nos dimos cuenta que tras el cebado inicial y el
cebado que habíamos realizado en cada presentación nos estábamos quedando
escasos. Por ello, decidimos seguir cebando de forma concentrada cada una de
las presentaciones, pues aun quedaban casi 20 horas más de pesca.
Dicen que después de la tormenta
llega la calma. Pues en este caso, pasó la tormenta y tras ella… de calma nada,
oooootra avalancha de picadas. Parecía que venían en grandes grupos, todas
comunes del mismo porte. Y así hasta el anochecer. Ya casi habíamos perdido la
cuenta.

 Durante la última noche cesó en parte la gran actividad que teníamos en
nuestra zona, seguramente por la falta de mantenimiento del puesto y la gran
cantidad de comida que estaban echando al otro lado del embalse, lo cual no nos
vino mal del todo, pues pudimos dormir como señores, tranquilos de haber
conseguido más de lo que nos habíamos propuesto.
Como cierre de la sesión, y por si
no fuera poco, una picada a cada uno hasta un total de 24 capturas de 31
picadas en solo 40 horas de pesca. Un porcentaje de efectividad bastante
elevado si tenemos en cuenta la dificultad de los puestos. En resumidas
cuentas, la mejor sesión que habíamos vivido hasta entonces.
Como anecdotas, decir que el amigo Ramon con la caraja, en unas de las picadas que tuvo por la noche
cuando se levanto a clavar, en vez de cojer su caña, clavo la del amigo antonio que estaba a su lado.jajaja.
De vuelta a casa, no parábamos de
comentar lo que nos había pasado. Nos acordamos de muchos compañeros con los
que nos hubiese gustado compartir esta experiencia y sobre todo de la belleza y
la fuerza de nuestras queridas carpas. Aun estábamos en una nube, con la
sonrisa de oreja a oreja…. Y deseando volver a vivir otra sesión de carpfishing
como esta.
BY: Alvaro ( El carponi )